martes, 10 de agosto de 2010

Una pizquita de sal.

Conozco a una familia que fue pionera del cuentapropismo cubano. Vendian durofrio. Ella siendo el sostén de su familia decidió retirarse cuando obtuvo la licencia y dedicarse a vender duro frio a tiempo completo. Así comenzaron sus peripecias como trabajadora por cuenta propia o cuentapropista, como le dicen en Cuba. En cuanto abrió su "negocio" le cayeron como moscas los muchachos del barrio y por supuesto, los inspectores. Aconsejada por una amiga experimentada les pagaba algo cada vez que aparecian y a cambio estos llenaban sus planillas, las firmaban sin inspeccionar nada y se marchaban sin que su conciencia les molestara en lo absoluto por el acto de corrupción que acababan de protagonizar.

Un buen día, motivada por el aumento en la frecuencia de las inspecciones y la consiguiente merma de las utilidades, decidió no pagarles ni un centavo mas. Ella sabía que esta decisión podía llevarla a perder la licencia, pero se dijo así misma que si no violaba ninguna ley en la producción de sus durofríos ya que las frutas las compraba en el mercado libre campesino y el azúcar la compraba en las tiendas en dólares, no tenía ningún sentido ese enorme gasto que se llevaba un gran porciento de sus utilidades. No sin cierto temor, ya que había escuchado historias mas escalofriantes que sus durofrios sobre inspectores molestos, llevó la acción a la palabra y comenzó la resistencia de un primer mes de "inspecciones" sin pagar un centavo y sin que le detectaran una sola infracción.

Al comienzo del segundo mes llegó un inspector con cara de muy pocos amigos y  le pidió que comenzara la elaboración de los durofrios en su presencia. Nerviosa pero segura comenzó el proceso de pelar las frutas, las cortó en rebanadas, las puso en la batidora con el agua hervida que tenía a tales efectos preparada, le agregó el azúcar y le puso una pizca de sal a la mezcla de un embase que ella tenía para su uso en la cocina. Ahí mismo el avispado inspector, que probablemente estaba esperando algo como eso, le preguntó: Y cual es la procedencia de esa sal? Ella le respondió asustada -esa es la sal de la libreta- a lo que el inspector con cara de fiscal  le dijo: Usted ha violado el decreto ### que prohibe utilizar productos racionados para la elaboración de alimentos que se venden por cuenta propia. La multa es de 1500 pesos en moneda nacional, tiene un mes para abonarla. De no abonar ese importe en el plazo concedido se le cancelará inmediatamente la licencia.

Ya casi en la puerta, con una sonrisa irónica el inspector le dijo, mas barato te hubieran salido mis 100 pesitos mensuales. Sin salir aún de su asombro y con lágrimas en los ojos ella le susurró algo que probablemente el inspector ni escuchó...., pero si es solo una pizquita de sal! 

viernes, 6 de agosto de 2010

Honrar, honra.

Mucho se ha escrito en los últimos meses en los blogs con la temática de Cuba sobre la situación en la Isla. La huelga de hambre de Guillermo Fariñas, la liberación - leáse destierro - de algunos de los presos de conciencia, las marchas de las Damas de Blanco, los actos de repudio a la madre del fallecido - leáse asesinado - Zapáta Tamayo, el papel de Morantinos y de la Iglesia Católica  entre otras muchas cosas.

Me ha provocado un gran disgusto ver como se puso de moda en algunos de esos blogs burlarse del comportamiento o las acciones de los disidentes dentro de la Isla atacando su aspecto físico o dudando y ridiculizando sin pruebas, sus denuncias, actividades y argumentos, llegando incluso a acusarlos de forma velada y a veces no tan velada de agentes castristas. Me imagino la alegría que representó eso para las instituciones cubanas que tienen a su cargo esa misma tarea, encontrar quién les haga el trabajo, dentro del propio exilio, de manera gratuita y espontánea tiene que haber sido motivo de celebraciones en esos oscuros departamentos.

No quisiera ser mal interpretada; discrepar, disentir, oponerse, diferir, discordar, diferenciarse, divergir son derechos necesarios que tienen que ser ejercidos si queremos avanzar en el camino hacía la verdad y la democracia. Pero esos derechos no tienen porque ser ejercidos deshonrando al objeto de nuestra discrepancia, sobretodo cuando ese objeto está defendiendo lo que supuestamente queremos todos, el derrocamiento de una forma u otra de la Dictadura Castrista. Nuestro idioma es tan rico que no hay necesidad alguna de utilizar la burla y el choteo cuando una persona se juega la vida en una huelga de hambre, asistida o no, pero que indiscutiblemente puede conllevar a su muerte. O cuando un ciudadano que disiente de la dictadura dentro de la isla denuncia que ha sido golpeado o detenido ilegalmente. Hay cosas con las que por decencia no se juega.

Como dijera nuestro apostol: Honrar, honra. Yo le agregaría lo opuesto:  Deshonrar, deshonra.

martes, 3 de agosto de 2010

Amistades peligrosas.

Todavía recuerdo cuando J comenzó a trabajar como recién graduada en el mismo lugar donde dos años atrás yo también había iniciado mi vida laboral. Era la época de las vacas gordas en Cuba, el petróleo "soviético" llegaba por toneladas, así como la carne enlatada, la leche condensada, y un largo etcetera. Nos identificamos y compartimos en nuestras horas de trabajo desde helados en Coppelia hasta algún que otro almuerzo en "La Carreta" mientras discutíamos como arreglaríamos el mundo si estuviera en  nuestras manos.

Desde ese instante y durante mas de 25 años hemos sido grandes amigas. Compartimos juntas la ausencia de su esposo, el cual es militar y lo habían envíado a la guerra en Angola, el nacimiento de su primer hijo, el regreso de este cuando ya el pequeño tenía un año de nacido, la pérdida de su madre y de mi padre.

Nuestras ya creadas familias también compartieron alegrías y tristezas, cumpleaños y funerales, vacaciones y enfermedades. Tuvimos nuestros desacuerdos como es natural, pero siempre predominó por encima de todo, incluso de la política, nuestra amistad.

A pesar de la distancia hemos tratado de mantener viva esa amistad. En cada viaje que doy a Cuba nos ponemos en contacto y compartimos los últimos acontecimientos. A mi me ha gustado siempre su manera de narrar historias por aburridas que parezcan, ya que las transforma algo digno de figurar en la primera plana de cualquier periódico, cosa que  logró en un período de su vida. Por eso siempre la escucho fascinada.

Su reciente divorcio no limitó que su ex-esposo siguiera formando parte de ese mundo especial que logramos crear entre nuestras familias y por tal motivo preparamos una cena para reunirmos todos en su casa, como en los viejos tiempos. Cual no sería nuestra sorpresa cuando en el último minuto recibimos su llamada cancelando su participación. Después de mucho insisitir supimos la razón,  siendo él militar, el hecho de que viviéramos en Canadá le prohibía compartir con nosotros esa noche.

A pesar de no haber cambiado nuestras posiciones de siempre, tristemente nos percatamos que nos habíamos transformado en "amistades pelígrosas" para él. Lo que mas nos golpeó fue conocer sus palabras exactas para justificar ante sus hijos su ausencia: "Tengo que cuidar lo mio, pero si me trajeron algún regalo me lo guardan".