Conozco a una familia que fue pionera del cuentapropismo cubano. Vendian durofrio. Ella siendo el sostén de su familia decidió retirarse cuando obtuvo la licencia y dedicarse a vender duro frio a tiempo completo. Así comenzaron sus peripecias como trabajadora por cuenta propia o cuentapropista, como le dicen en Cuba. En cuanto abrió su "negocio" le cayeron como moscas los muchachos del barrio y por supuesto, los inspectores. Aconsejada por una amiga experimentada les pagaba algo cada vez que aparecian y a cambio estos llenaban sus planillas, las firmaban sin inspeccionar nada y se marchaban sin que su conciencia les molestara en lo absoluto por el acto de corrupción que acababan de protagonizar.
Un buen día, motivada por el aumento en la frecuencia de las inspecciones y la consiguiente merma de las utilidades, decidió no pagarles ni un centavo mas. Ella sabía que esta decisión podía llevarla a perder la licencia, pero se dijo así misma que si no violaba ninguna ley en la producción de sus durofríos ya que las frutas las compraba en el mercado libre campesino y el azúcar la compraba en las tiendas en dólares, no tenía ningún sentido ese enorme gasto que se llevaba un gran porciento de sus utilidades. No sin cierto temor, ya que había escuchado historias mas escalofriantes que sus durofrios sobre inspectores molestos, llevó la acción a la palabra y comenzó la resistencia de un primer mes de "inspecciones" sin pagar un centavo y sin que le detectaran una sola infracción.
Al comienzo del segundo mes llegó un inspector con cara de muy pocos amigos y le pidió que comenzara la elaboración de los durofrios en su presencia. Nerviosa pero segura comenzó el proceso de pelar las frutas, las cortó en rebanadas, las puso en la batidora con el agua hervida que tenía a tales efectos preparada, le agregó el azúcar y le puso una pizca de sal a la mezcla de un embase que ella tenía para su uso en la cocina. Ahí mismo el avispado inspector, que probablemente estaba esperando algo como eso, le preguntó: Y cual es la procedencia de esa sal? Ella le respondió asustada -esa es la sal de la libreta- a lo que el inspector con cara de fiscal le dijo: Usted ha violado el decreto ### que prohibe utilizar productos racionados para la elaboración de alimentos que se venden por cuenta propia. La multa es de 1500 pesos en moneda nacional, tiene un mes para abonarla. De no abonar ese importe en el plazo concedido se le cancelará inmediatamente la licencia.
Ya casi en la puerta, con una sonrisa irónica el inspector le dijo, mas barato te hubieran salido mis 100 pesitos mensuales. Sin salir aún de su asombro y con lágrimas en los ojos ella le susurró algo que probablemente el inspector ni escuchó...., pero si es solo una pizquita de sal!